3.29.2009

páginas

insinuaciones de momentos
que aún piden papel.
tu mala memoria no es tan mala,
y la mía, maldita, es impecable.
tenías razón: una historia de amor.
la clave que nunca desciframos fue la conjugación.
estaba siempre ahí,
en el no hacer preguntas,
en ese retomar
adonde sea.
¿te abandoné? ¿me abandonaste?
o lo dejamos.
recuerdo la tregua
de un mayo o un abril
con el frío todavía en la ventana,
el sol cegando la retina
y los cuerpos
reposando en la luz nueva.
nunca sobrevivimos a más de una estación.
siempre intuí que serían eternas,
pese a tus idas y regresos desvariados.
amor es la palabra que no supimos conjurar.
es el hilo que une, que uniría, la palabra
que hoy me toca a mí
deshenebrar.

3.21.2009

trazos

la ciudad con mis heridas
anda sin mí
cuántos pedazos huérfanos
cuántos trozos de mí
¿quién es el tú de mis escritos?

4.27.2008

drowning in flowers

There was love, of course. Mostly boys:
a flat-faced engineering student from Missouri,
a Texan flaunting his teaspoon of Cherokee blood.
I waited for afterwards—their pale eyelids, foreheads
thrown back so the rapture could evaporate.
I don’t believe I was suffering. I was curious, mainly:
How would each one smell, how many ways could he do it?
I was drowning in flowers.
Rita Dove, Mother Love


memoria corroe

la diferencia entre nosotros es que vos

llevás años revistiendo mi memoria

de todo lo que a diario te hace falta

y así, acariciándome, me vas borrando

yo

a veces logro arrancarle a los buitres del olvido

tu torso largo, tus piernas fuertes

el compás exacto de tu respiración

el fulgor de ese momento

me deslumbra

y me encuentra (siempre) sola,

del otro lado de la diferencia.

(cómo es que aún me tocas, si nunca estuvimos en el mismo lugar).

4.05.2008

larva de los besos (Jean Epstein, I)

Esta semana me topé con Jean Epstein, un polaco que llegó a Francia en 1908 a estudiar medicina y filosofía en Lyon, y terminó siendo asistente de laboratorio de los hermanos Lumière antes de emprender su fascinante carrera como cineasta y crítico de cine.

Amigo inesperado, sus escritos sobre cine de los 1920s parecen contagiados de espontaneidad y poesía, irradiando una fe en la tecnología de principios del XX que hoy nos puede parecer ingenua (o refrescante), libre por otra parte de esa higiene del pensamiento y del lenguaje de tanto crítico sin sal que supone que en lo analítico no cabe lo emotivo.

En esta nota quiero reproducir algunas joyitas retóricas de Epstein, frases con las que abre sus ensayos. Desgraciadamente no tengo los escritos en el francés original, así que cito en la traducción al inglés en que lo leí :

I
“I do not want to do it the disservice of overestimating it. But what can I say that would be adequate? The passion exists, independently”

II
“I will never find the way to say how much I love American close-ups.”

III
“Change is vital for the artist, it’s assumed, and he cannot be reproached for changing his aesthetic beliefs from time to time; but now we hear it professed that either the cinema hasn’t made any progress since L’Arroseur arrosé or else the American western has remained the purest achievement of our art.”

IV
“The cinema seems to me like two Siamese twins joined together at the stomach.”

V
“One windy day, over the farthermost tip of the Breton islands, I saw a couple of carrier pigeons flying in from the ocean. In two great sweeps, the birds recognized the island, land!”

VI
“The essence of living is surpassing oneself.”

VII
“From now on, cinematography, like any other means of thinking, allows us to emerge victorious over that secret reality in which all appearances have their still invisible roots.”

Puede que no sea muy fácil apreciar cada una de estas frases, enumeradas de esta forma y fuera de contexto. O talvez sí, un poco: Las primeras dos frases nos presentan dilemas aparentemente imposibles de resolver para el que escribe, dilemas que teñidos de las palabras “amor”, “pasión”, y del derrotismo de no querer o no poder decir algo inevitable, nos sugieren compulsiones del afecto. ¿Quién no las ha sentido, y cómo no identificarse con el que escribe y seguir leyendo?

La tercera frase también presenta un dilema, pero uno cuyos términos son tan absurdos que lo que sigue sólo puede ser una deseable salida.

La cuarta frase nos presenta una imagen extraña, la quinta una imagen expansiva: ambas con todo el resplandor de una irremediable epifanía.

Y las dos últimas frases tienen a su favor el simple hecho de estar expresadas con una confianza en la realidad y en el lenguaje, que bordea en la arrogancia por un lado y en la ingenuidad por otro. Mezcla que (según la afinidad del lector con el hablante) puede resultar sencillamente encantadora.

Yo por mi parte, no puedo no dejarme seducir por un tipo que me dice que del cine prefiere el primer plano ante todo porque éste personaliza los objetos para que una boca sea “en vez de una boca, la boca, larva de los besos, esencia del tacto”.
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Artículos Citados:
The Senses I (b), 1921
Magnification, 1921
Fragments of Sky, 1928
On Certain Characteristics of Photogénie, 1924
Approaches to Truth, 1928
The Cinema Continues, 1930
Photogénie and the Imponderable, 1935

2.20.2008

2046

Después de un breve cortejo de intrusiones y cachetadas, una joven prostituta de alta se entrega a su vecino. Ella no le cobra al terminar, pero él insiste. Ella le dice, “Entiendo, te da miedo que me apegue”. Entonces le acepta 10 de los 200 ofrecidos y le dice con una sonrisa, “y si quieres volver te cobraré la misma tarifa”. Juegan, se acarician, corren, ríen por indeterminado tiempo. Sólo ella se enamora. Una noche ella se las arregla para esperarlo de su viaje escondida en su apartamento. La actitud de él es defensiva: “¿Tú qué haces aquí?” Pero hacen el amor como siempre. Ella le confiesa que no le importa si él quiere tener otras mujeres. Ella sencillamente quiere dormir ahí y estar con él. Él le dice que se vaya. Despechada, ella jura no volver a molestarlo. Esa noche paga ella: le da 10 al salir y él los acepta con una sonrisa juguetona: “y si quieres volver te cobraré lo mismo”. Ella se va a dormir sola en su habitación: 2046. Hasta que logre irse de ese edificio escuchará a su vecino hacer el amor con otras.

Tiempo después él escribe una historia de ciencia ficción para una joven cuya relación a distancia con un japonés está prohibida por el padre. Se convierte en cómplice de la chica, haciéndole llegar en secreto las cartas de su amante. Se enamora de ella.

La historia: 2046 es un lugar – en el tiempo – donde la gente va a buscar sus memorias perdidas. Se dice que nada cambia ahí, pero nadie lo sabe con certeza porque de ahí nadie regresa. Pero el protagonista, viaja hasta 2046 y no encuentra a la mujer que ahí buscaba. Intenta regresar en un viaje que parece interminable. En el tren se enamora de una bella, impasible androide. Él le pide muchas veces que se vaya con él. Pero ella permanece impávida. Parece no escucharlo. Él espera, repite, aguarda, calla, repite. Ella lo mira flotando perdida en un mundo emotivo íntimo y lejano, acariciando manos invisibles, llorando lágrimas insólitas. A él le atormenta pensar que ella no le corresponde. Pasan las horas y las horas. Contra las luces imparables del tren del tiempo, se dibuja la silueta de la bella androide ensimismada por una aparente eternidad. Él entiende que su impavidez talvez no tiene nada que ver con si ella lo quiere o no. Quizás ella – piensa él – ya ama a otra persona.

El escritor envía el cuento a la joven, finalmente casada con su japonés. Ella le manda a decir que es una historia hermosa, pero que el final es muy triste. Él intenta re-escribirlo para complacerla. La pluma no logra tocar el papel después de muchas horas. Recordando a la joven prostituta que una vez lo amó se dice: “no pude escribir un final feliz: tuve la oportunidad de vivirlo, pero lo dejé pasar.”



12.14.2007

nevada azul

porque no estás en mis actos estás en mi poesía.

momentos,

tan sólo por momentos.

buscarás descifrarte

una vez y otra más

en mis palabras

creyendo estas páginas diario

tuyo, diario mío

pero no vas a dar.

el poema me nace en el silencio y yo,

yo no guardo más lutos secretos.

3.09.2007

pero vos no entendés la poesía

Yo quería escribir que una mujer pasaba por la calle, empapada hasta los huesos de una llovizna fría y pegajosa, cuando vio pasar a un hombre que no se permitió ver a los ojos y cuyo cuerpo, sin embargo, se desplazaba en la periferia de su vista cual si un día hubiese sido el objeto de su desmesura, cuerpo amado de hombre amado en cada fibra de tierra en cada gota de sangre en cada flujo de fuego, pan y agua, niño aterrado aferrado a sus miedos generador de pequeños terrores, padre a destiempo verdugo y lamedor de heridas: ese cuerpo caminaba con su swing de pingüino o payaso y ella al verlo apartó la mirada se irguió miró de frente como si en el espacio duro no existiera ese hombre pequeño con su pelo gris y su abrigo gris entreabierto y sus ojos clavados en el suelo inmerso en algún simple o complicado o banal pensamiento; y quería escribir que ella no supo si al pasar a su lado (fue el izquierdo) ese hombre con esos ojos grises que ella no supo ver se alzaron a verla con sorpresa o con tristeza o con anhelo o con resignación o con glacial indiferencia, tan sólo supo por un breve segundo que pasaba al lado de un cuerpo íntimo hasta el último poro y que al hacer el recorrido imaginario por las piernas duras de ese hombre que ya estaba a sus espaldas para siempre sintió aquellos ojos grises no vistos por ella recorrerla entre los muslos hacerle revista desde el nudo más oscuro de su sexo hasta el tendón que va del cuello al hombro y pulsa eterna y dolorosamente desde que nadie sabe cómo hacerlo dormir y en ese instante un soplido se le coló por debajo del abrigo frío, muy frío, único amor pasión único odio reconocerse en un perfecto desconocido.