4.20.2006

coros cercanos, coros antiguos

16 de julio de 1942. 4 de la tarde. París, Rue Ordonner. Las unidades de deportación tocan a la puerta de la familia Koffman. Buscan al rabino. Su esposa miente, dice que está en la sinagoga. Pero él sale, chivo expiatorio. Ella muestra el bebé que lleva en brazos y arguye con la mentira de un nuevo embarazo. Inútil. Se lo llevan. A mitad de la calle, apretados los unos a los otros, seis niños gritan desolados. Años después una lectura evoca en Sarah ese recuerdo:
En lisant la première fois dans une tragédie grecque les lamentations bien connues « ô popoï, popoï, popoï » je ne puis m’empêcher de penser à cette scène de mon enfance où six enfants, abandonnés de leur père, purent seulement crier en suffoquant, et avec la certitude qu’ils ne le reverraient jamais plus : « o papa, papa, papa ».

(Cuando por primera vez leí en una tragedia griega los conocidos lamentos “ô popoï, popoï, popoï”, no pude evitar pensar en esa escena de mi infancia en la que seis niños, abandonados por su padre, solamente podían gritar, sofocándose y con la certidumbre de que jamás volverían a verlo : “o papa, papa, papa”.)

—Sarah Koffman, Rue Ordener, Rue Labat
Es que no hay duda alguna: el arte le queda corto a la vida.

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