Esta semana me topé con Jean Epstein, un polaco que llegó a Francia en 1908 a estudiar medicina y filosofía en Lyon, y terminó siendo asistente de laboratorio de los hermanos Lumière antes de emprender su fascinante carrera como cineasta y crítico de cine.
Amigo inesperado, sus escritos sobre cine de los 1920s parecen contagiados de espontaneidad y poesía, irradiando una fe en la tecnología de principios del XX que hoy nos puede parecer ingenua (o refrescante), libre por otra parte de esa higiene del pensamiento y del lenguaje de tanto crítico sin sal que supone que en lo analítico no cabe lo emotivo.
En esta nota quiero reproducir algunas joyitas retóricas de Epstein, frases con las que abre sus ensayos. Desgraciadamente no tengo los escritos en el francés original, así que cito en la traducción al inglés en que lo leí :
I
“I do not want to do it the disservice of overestimating it. But what can I say that would be adequate? The passion exists, independently”
II
“I will never find the way to say how much I love American close-ups.”
III
“Change is vital for the artist, it’s assumed, and he cannot be reproached for changing his aesthetic beliefs from time to time; but now we hear it professed that either the cinema hasn’t made any progress since
L’Arroseur arrosé or else the American western has remained the purest achievement of our art.”
IV
“The cinema seems to me like two Siamese twins joined together at the stomach.”
V
“One windy day, over the farthermost tip of the Breton islands, I saw a couple of carrier pigeons flying in from the ocean. In two great sweeps, the birds recognized the island, land!”
VI
“The essence of living is surpassing oneself.”
VII
“From now on, cinematography, like any other means of thinking, allows us to emerge victorious over that secret reality in which all appearances have their still invisible roots.”
Puede que no sea muy fácil apreciar cada una de estas frases, enumeradas de esta forma y fuera de contexto. O talvez sí, un poco: Las primeras dos frases nos presentan dilemas aparentemente imposibles de resolver para el que escribe, dilemas que teñidos de las palabras “amor”, “pasión”, y del derrotismo de no querer o no poder decir algo inevitable, nos sugieren compulsiones del afecto. ¿Quién no las ha sentido, y cómo no identificarse con el que escribe y seguir leyendo?
La tercera frase también presenta un dilema, pero uno cuyos términos son tan absurdos que lo que sigue sólo puede ser una deseable salida.
La cuarta frase nos presenta una imagen extraña, la quinta una imagen expansiva: ambas con todo el resplandor de una irremediable epifanía.
Y las dos últimas frases tienen a su favor el simple hecho de estar expresadas con una confianza en la realidad y en el lenguaje, que bordea en la arrogancia por un lado y en la ingenuidad por otro. Mezcla que (según la afinidad del lector con el hablante) puede resultar sencillamente encantadora.
Yo por mi parte, no puedo no dejarme seducir por un tipo que me dice que del cine prefiere el primer plano ante todo porque éste personaliza los objetos para que una boca sea “en vez de una boca,
la boca, larva de los besos, esencia del tacto”.
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Artículos Citados:
The Senses I (b), 1921
Magnification, 1921
Fragments of Sky, 1928
On Certain Characteristics of Photogénie, 1924
Approaches to Truth, 1928
The Cinema Continues, 1930
Photogénie and the Imponderable, 1935