El rotulito decía: COSITA RICA. Sin darme cuenta, empecé a darle vueltas a la frase, hasta que pillé un calorcito que me cosquilleaba por los muslos. Momento: volví a leerlo: COSTA RICA. Ah. Qué lástima.
“Tengo la suerte de escribir tan sólo para mí y mi lector imaginario. Todo lo que escribo es para contar un cuento, pero también para decirle a ese blanco imaginario de mi afecto: Ámame. Ámame.” —Jo Wypijewsky
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