ante el espejo
Si te ofendiere tu mano derecha, perdónala; eres tu cuerpo y eres tu alma y es arduo, o imposible, fijar la frontera que los divide. –Jorge Luis Borges
Cuando al fin quedo sola, en los recintos de mi ser circula tu voz, tu entonación, tu risa, tus disparates y tus pequeñas y grandes confidencias. Sos temeroso, intransigente, tierno. Me resulta inexplicable quererte, y quererte como a un niño. Me dan ganas de cuidarte del frío y resolverte la vida. ¿Será que me acostumbré a querer sufriendo? Tal vez yo así me siento menos mala, dando sin esperar nada, en estas amistades del alma donde el cuerpo siempre es un enigma. Uno se pregunta si es que se merece todo lo que da la vida, o si de tanto robar, a uno le toca a veces dejarse... robar. ¡Amar al villano del sombrero y revólver! Me aterra la libertad absoluta. Me aterra verme en el espejo con luces intensas, ver que soy una sombra deforme de aquella perfecta que, imagino, sólo Dios puede ver.
Cuando al fin quedo sola, en los recintos de mi ser circula tu voz, tu entonación, tu risa, tus disparates y tus pequeñas y grandes confidencias. Sos temeroso, intransigente, tierno. Me resulta inexplicable quererte, y quererte como a un niño. Me dan ganas de cuidarte del frío y resolverte la vida. ¿Será que me acostumbré a querer sufriendo? Tal vez yo así me siento menos mala, dando sin esperar nada, en estas amistades del alma donde el cuerpo siempre es un enigma. Uno se pregunta si es que se merece todo lo que da la vida, o si de tanto robar, a uno le toca a veces dejarse... robar. ¡Amar al villano del sombrero y revólver! Me aterra la libertad absoluta. Me aterra verme en el espejo con luces intensas, ver que soy una sombra deforme de aquella perfecta que, imagino, sólo Dios puede ver.
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